viernes, 26 de agosto de 2016

Nuestro adiós a Doris Ferreira


22/08/2016 - Murió este viernes (Día Mundial del Folclore) Doris Ferreira, funcionaria municipal, docente de danzas folclóricas de la Escuela de Artes primero y del Centro para las Artes Escénicas ahora, víctima de una enfermedad que en el último año le había afectado severamente la calidad de vida.
Doris era una mujer especial. Amaba la danza y a la gente, se dedicaba a ambas con alma y vida, se postergaba a sí misma y siempre, en todo momento, priorizaba a los suyos, a su gente.
Administraba sus grupos de baile y los recorría a como diera lugar y, cuando le pedíamos que por favor no insistiera, que los estragos que la EPOC hacían en su cuerpo le harían imposible continuar, insistía y pedía permiso para un día más.
Así fue que, finalmente, fue abandonando esos grupos –más por nuestras insistencias que por su propio deseo- guardándose la relación con la comunidad de las Misioneras de la Caridad, conocidas como la congregación de la Madre Teresa de Calcuta. Ellas la llevaban y la traían, la cuidaban.
Allí se involucró con la comunidad; la danza era la excusa, la gente, y en especial la gente pobre, eran su causa.
Nunca, en ningún momento, perdió el espíritu. Siempre se veía mejorar, siempre decía sentirse bien, siempre animada para una clase más, para trabajar, pese a lo que era obvio.
Un ejemplo. Hecha en la cultura del trabajo. Digna madre y esposa. Excelente compañera, laboriosa, dedicada, comprensiva. Incapaz de discriminar a un niño o un adulto por causa alguna. Jamás.
Hoy no escribo estas líneas como periodista, lo hago como su compañero y su jefe. Aprendimos de ella la cultura del trabajo, la abnegación, la bonhomía, el optimismo y el buen humor. Pero por sobre todo aprendimos a amar lo que hacemos, a la gente para la cual servimos, como ella amaba a esas camadas de bailarines que llenaron escenarios, que lucieron su arte y disfrutaron la música.
Doris era una mujer que tenía fe y fuerza para mejorar el mundo, aunque el mundo se le resistiera. Y lo hacía sin discursos, sin falsos feminismos, lo hacía porque le salía así, porque sí y de alma.
A sus amigos, compañeros y familiares, a su esposo e hijo, a los cientos de bailarines que la siguieron, un abrazo en este momento de dolor compartido.
A.R.R.
(Escrito para El Heraldo)




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